Siguiendo el curso que lleva la tecnología actual donde patentes y licencias llevan a grandes compañías a establecer demandas millonarias en aras de restringir el acceso del conocimiento, no sería difícil imaginarse como será la sociedad dentro de algunas decenas de años. A propósito de este tema, leyendo recientemente el libro Software libre para una sociedad libre, de Richard M. Stallman encontré un fragmento de un texto que simboliza como sería la sociedad del conocimiento dentro de cierto tiempo. Por lo interesante e ilustrativo de esta historia de ¿ficción? quiero compartirla hoy con nuestra comunidad GUTL.
Lo que leeremos a continuación fue escrito originalmente en el número de febrero de 1997 de Communications of the ACM (volumen 40, num. 2). La Nota de Autor fue actualizada en 2002. Esta versión forma parte de Software libre para una sociedad libre, editorial Traficantes de sueños, 2004 (http://www.traficantes.net, ISBN 84-933555-1-8). Sin más acá les dejo esta interesante historia… Un tanto larga pero interesante, léanla y reflexionen al respecto:
Para Dan Halbert, EL CAMINO hacia Tycho comenzó en la universidad, cuando Lissa Lenz le pidió prestado su ordenador. El suyo se había estropeado y a menos que pudiese usar otro suspendería el proyecto de fin de trimestre. Ella no se habría atrevido a pedírselo a nadie, excepto a Dan.
Esto puso a Dan en un dilema. Tenía que ayudarla, pero si le prestaba su ordenador ella podría leer sus libros. Dejando a un lado el peligro de acabar en la cárcel durante muchos años por permitir a otra persona leer sus libros, al principio la simple idea le sorprendió. Como todo el mundo, había aprendido desde los años de colegio que compartir libros era malo, algo que sólo un pirata haría.
Además, era muy improbable que la SPA —Software Protection Authority, [Autoridad para la Protección del Software]— lo descubriese. En sus clases de programación, había aprendido que cada libro tenía un control de copyright que informaba directamente a la oficina central de licencias de cuándo y dónde se estaba leyendo, y quién leía —utilizaban esta información para descubrir a los piratas de la lectura, pero también para vender perfiles personales a otros comercios. La próxima vez que su ordenador se conectase a la red, la oficina central de licencias lo descubriría todo. Él, como propietario del ordenador, recibiría el castigo más duro por no tomar las medidas necesarias para evitar el delito.
Por supuesto, podría ser que Lissa no quisiera leer sus libros. Probablemente lo único que necesitaba del ordenador era redactar su proyecto. Pero Dan sabía que ella provenía de una familia de clase media, que a duras penas se podía permitir pagar la matrícula y no digamos las tasas de lectura. Leer sus libros podía ser la única forma por la que podría terminar la carrera. Comprendía la situación; él mismo había pedido un préstamo para pagar por los artículos de investigación que leía —el 10% de ese dinero iba a parar a sus autores y como Dan pretendía hacer carrera en la Universidad, esperaba que sus artículos de investigación, en caso de ser citados frecuentemente, le darían suficientes beneficios como para pagar el crédito.
Con el paso del tiempo, Dan descubrió que hubo una época en que todo el mundo podía acudir a una biblioteca y leer artículos, incluso libros, sin tener que pagar. Había investigadores independientes que podían leer miles de páginas sin necesidad de recurrir a becas de biblioteca. Pero desde los años noventa del siglo anterior, las editoriales, tanto comerciales como no comerciales, habían empezado a cobrar por el acceso a los artículos. En 2047, las bibliotecas con acceso público a literatura académica eran sólo un vago recuerdo.
Había formas de saltarse los controles de la SPA y de la oficina central de licencias. Pero también eran ilegales. Dan conoció a un compañero de clase, Frank Martucci, que consiguió una herramienta ilegal de depuración y la usaba para saltarse el control de copyright de los libros. Pero se lo contó a demasiados amigos, y uno de ellos le denunció a la SPA a cambio de una recompensa —era fácil tentar a los estudiantes endeudados para traicionar a sus amigos. En 2047, Frank estaba en la cárcel, pero no por piratería, sino por tener un depurador.
Dan averiguó más tarde que hubo un tiempo en que cualquiera podía tener un depurador. Había incluso depuradores gratuitos en CD o disponibles libremente en la red. Pero los usuarios normales empezaron a usarlos para saltarse los controles de copyright y por fin un juez dictaminó que ése se había convertido en su principal uso práctico. Eso significaba que los depuradores eran ilegales y los programadores que los crearon fueron a parar a la cárcel.
Obviamente, los programadores aún necesitan depuradores, pero en 2047 sólo había copias numeradas de los depuradores comerciales y sólo estaban disponibles para los programadores oficialmente autorizados. El depurador que Dan había utilizado en sus clases de programación estaba detrás de un cortafuegos para que sólo pudiese utilizarse en los ejercicios de clase.
También se podía saltar el control de copyright instalando el kernel de un sistema modificado. Dan descubrió que, hacia el cambio de siglo, hubo kernels libres, incluso sistemas operativos completos. Pero ahora no sólo eran ilegales, como los depuradores. No se podía instalar sin saber la clave de superusuario del ordenador y ni el FBI ni el servicio técnico de Microsoft la revelarían.
Dan llegó a la conclusión de que simplemente no podía dejarle a Lissa su ordenador. Pero no podía negarse a ayudarla, porque estaba enamorado de ella. Cada oportunidad de hablar con ella era algo maravilloso. Y el hecho de que le hubiese pedido ayuda a él podía significar que ella sentía lo mismo.
Dan resolvió el dilema haciendo algo incluso más increíble, le dejó su ordenador y le dio su clave. De esta forma, si Lissa leía sus libros, la oficina central de licencias pensaría que era él quien estaba leyendo. Seguía siendo un delito, pero la SPA no lo detectaría automáticamente. Sólo podrían descubrirlo si Lissa le denunciaba.
Si la universidad descubriese que le había dado su clave a Lissa, significaría la expulsión de ambos, independientemente del uso que hubiera hecho ella de su clave. La política de la universidad era que cualquier interferencia con sus métodos de control sobre el uso de los ordenadores era motivo de acción disciplinaria. No importaba el daño, el delito era el hecho de dificultar el control. Se daba por supuesto que esto significaba que se estaba haciendo algo prohibido, no necesitaban saber qué.
En realidad, los estudiantes no eran expulsados, no directamente. En lugar de eso, se les prohibía el acceso a los ordenadores de la universidad, lo que equivalía a suspender sus asignaturas.
Dan supo más tarde que ese tipo de políticas en la universidad comenzó durante la década de 1980, cuando los estudiantes empezaron a usar los ordenadores en masa. Antes, las universidades tenían una actitud diferente: sólo se penalizaban las actividades peligrosas, no las meramente sospechosas.
Lissa no denunció a Dan a la SPA. Su decisión de ayudarla llevó a que se casaran y también a que cuestionaran lo que les habían enseñado cuando eran niños sobre la piratería. Empezaron a leer sobre la historia del copyright, sobre la Unión Soviética y sus restricciones sobre las copias, e incluso sobre la Constitución original de los Estados Unidos. Se mudaron a Luna City, donde se encontraron con otros que intentaban librarse del largo brazo de la SPA de la misma manera. Cuando el Levantamiento de Tycho se produjo en 2062, el derecho universal a leer se convirtió en uno de sus objetivos fundamentales.
Se permite la copia del texto anteriormente citado completo en cualquier formato, ya sea sin ánimo de lucro o con fines comerciales, siempre y cuando no se modifique su contenido, se respete su autoría y esta nota se mantenga.
jaja Linda historia… a ver si algun dia podemos dejar de hablar de SWL y empezar a caer en un concepto mas abarcador como el de «Tecnología Libre»
Awesome! Justo esta mañana, organizando algunos archivos, me econtré este relato en una revista. ¿San Ignucio me querrá decir algo?
May the Force be with you!
Me parece estar leyendo un fragmento de la trilogía «En un lugar llamado Tierra» de Jordi Serra i Fabra.
Hablando de literatura, hay un libro de B. Gates, «Los negocios en la Era Digital» que, a grandes rasgos, abarca lo que debe ser una sociedad informatizada.
@Ozkar deja de jugar con tu useragent, quien te va a creer que estas usando win8 con Metro y todo???? jejejeje
llamaret hermano…!!!
cual es la mecanica para colocar los avatares.
saludos cordiales
Ya había leído este relato y me pareció muy bueno. Esto puede que hoy lo veamos como «ficción» pero mañana puede ser realidad…
saludos,
lpozo
buen articulo
saludos cordiales